El sabor es la última fase del análisis sensorial del vino. Más allá de los aromas, en boca se despliegan cinco sabores fundamentales: el dulzor procedente del azúcar residual, el salado típico de vinos atlánticos, la acidez que da frescura, el amargor de los taninos y el umami, con sus matices especiados y minerales. Cada uno aporta carácter y profundidad al vino.
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